El
director, dramaturgo y uno de los fundadores de esta compañía independiente,
Albert Boadella, ha creído significativa la idea de volver a representar en los
teatros españoles esta magnífica dramaturgia, debido a la gran crisis por la
que atraviesa el país, ya que es muestra y claro ejemplo de la actual
situación, bastante marcada por la escasez de medios para subsistir. Un momento
de inestabilidad económica y cultural, donde los grandes artistas así como las
artes escénicas, visuales, plásticas, etc., no son prioritarias al mismo tiempo
que van perdiendo protagonismo. Una crisis que está llevando a las compañías a
abandonar las escenografías costosas, al igual que el atrezo o todo lo
relacionado con la puesta en escena, para ir poco a poco adaptándolas a nuevos
modelos más asequibles, ya que están pasando, al igual que todos nosotros, por
un momento de escasez y austeridad. Por desgracia ante esta situación, España
está alcanzando unos límites culturales muy bajos y nunca hay que olvidar que
las artes enriquecen el país cultural, intelectual y económicamente. Ya lo dijo
Federico García Lorca “Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no
está muerto, está moribundo”.
Es por
ello que El Nacional, con su tono
irónico y humorístico nos muestra la cruel realidad por la que está atravesando
el mundo del espectáculo. Una sátira muy cercana a la de Valle-Inclán, debido a
su conciencia crítica, su tono sarcástico, así como sus personajes, bastante
histriónicos y esperpénticos, con los que crean un mundo más vivo y real del
que creemos. Albert Boadella nos muestra esa magia del teatro, una magia que
hace que la realidad y la ficción se fundan, donde la locura nos transmite más
verdad que la cordura, es por ello que para él el teatro es la auténtica
realidad y la vida una mera representación. Esta dualidad de varias caras se
muestra en el mundo dramático del autor, ya que podemos apreciarlo en muchas de
sus obras. El Nacional, así como En un lugar de Manhattan, cuyo montaje
fue pensado con motivo del IV centenario de la publicación de El Quijote, muestran claras similitudes entre sí. Por
ejemplo, las dos se basan en el fundamento de “El teatro dentro del teatro”, también
encontramos la locura fusionada con la cordura, así como la realidad enfrentada
a la ficción, todos estos elementos se confunden para reflejar el sentido
absurdo de la vida. Estos rasgos enfatizadores del drama recaen en sus
personajes, ya que la locura les hace percibir las cosas como realmente son,
aunque siempre desde un punto de vista bastante extravagante que nos llevan a
reflexionar sobre nuestros principios al mismo tiempo que nos hacen reír.
Esta
obra dramática también está plagada de metáforas con las que comprendemos el
pensamiento de los personajes así como el del propio autor. Por citar un caso,
en la obra nos encontramos con una frase recurrente por parte del protagonista, la de “ver y oler”,
ya que con estos dos sentidos tenemos que interpretar nuestra propia realidad,
viendo lo que realmente tenemos delante y oliendo todo aquello que nos rodea. También encontramos
la metáfora de las ruinas del teatro de la ópera , las mismas ruinas económicas
y culturales que estamos sufriendo actualmente, este tópico de “las ruinas” es
resemantizado para llenarlo de sentido actual. Albert Boadella al mismo tiempo
que utiliza esta figura retórica de la metáfora también muestra palabras
claras, sencillas expresiones y formas coloquiales del habla, todo esto para
enfatizar y llegar a un público más extenso. Una de las frases más impactante y
sincera de toda la obra es la que el autor pone en boca de su personaje
protagonista, don José Dixit, para reflexionar sobre el arte dramático, “Una
profesión de rebeldes y asilvestrados, todo lo contrario de la farándula
elitista, petulante y sumisa, que ha degradado el gremio de lo que fue el
glorioso oficio de pícaros, putas, cabrones y maricones enterrados fuera del
camposanto”.
Albert
Boadella lleva a cabo con esta representación la fusión de dos géneros, el
teatral y el operístico, con el que enriquece la dramaturgia así como la puesta
en escena, al mismo tiempo que recupera la música clásica, la ópera y el verso
italiano, donde los actores llevan a cabo una gran representación marcada por
la combinación de los registros cultos y coloquiales con mucha fuerza,
verosimilitud y profesionalidad. Sus voces, así como la perfecta actuación nos
hacen vivir intensamente lo que está ocurriendo en el escenario.
Una obra
donde el director es crítico con el panorama actual, ante una situación difícil
y preocupante que muchos no quieren y otros no dejan ver. Como muestra de ello
puedo remontarme a lo que ocurrió la pasada semana en la gala de los Premios
Max 2012, donde algunos de los galardonados vieron censurado su discurso debido
a la carga crítica que en ellos se reflejaba, dada la situación cultural que sufre nuestro país.
Es por ello que Albert Boadella vuelve con esta obra, para conseguir (lo que
siempre consigue con sus palabras) criticar y remover las conciencias, ante
este momento desesperado y denigrante para esta profesión y muchas otras. El
director y dramaturgo apuesta claramente por la cultura para deleitarnos con
esta sinestesia dramática con la que nos hace reflexionar y reír.
En
definitiva, El Nacional, es una obra
extensa, de fuerte carácter, donde la excepcional dramaturgia, dirección e
interpretación nos invaden los cinco sentidos, consiguiendo en cada
representación que el público aplauda sin descanso y se levante con gran
efusividad y emotividad.